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La pintura de Laly Kravchik
Un Realismo Crítico


¿"Y ahora qué?"
Acrílico (175x125)
Laly Kravchik 2000

La formación plástica de Laly Kravchik, procede de las Escuelas Nacionales de Bellas Artes, completándola en los talleres de pintores argentinos. De esto se habla, a propósito de un rigor de trabajo, de la continuidad del hacer pictórico, y la persistencia en torno a una imagen, como una de las formas de adquirir un lenguaje plástico.
Su obra refleja una realidad urbana, imágenes de la calle, de la perisferia, en las que la anomia se evidencia en los lugares públicos donde se advierte una humanidad alienada.
Al igual que Aída Carballo, escoge el colectivo como un paradigma que encierra una crónica diaria, vehículo que traslada una muchedumbre apretujada que diariamente transita este espacio cargado de furor y violencia que es la calle. Aída Carballo escogía su interior como resguardo y protección en torno al peligro que encierra la calle en una metrópolis como Buenos Aires, Laly Kravchik, expresa un apiñamiento humano silencioso, sin identidad.
Lo que intenta reflejar esta pintora, es una humanidad sufriente, desdibujada en su individualidad, con una densa carga de resignación, que repite ritos y ceremonias cotidianas.
Su realismo figurativo es crítico, sin la hiperrealidad de los setenta, se sitúa en el expresionismo de los ochenta: agitada materia, pincelada inquieta, espacios multidireccionales, sensación de vértigo y de vibración constante que expresa un vitalismo dramático.
Pero vemos en el último período, 1996/97, un cambio en su pintura, aparecen señales blancas y rojas como un aviso de una ciudad que muere, y enfrenta un presente en mutación. Estos cercos o empalizadas contienen la exacerbación pictórica, produciendo un equilibrio a su lenguaje plástico.
También la pintora avizora nuevos preceptos que guardan, en una sociedad donde la mujer cumple múltiples roles. El decidido mandato del quehacer artístico encierra un compromiso que significa un trabajo diario, un no descanso. En su viaje y exposición en México ella ha librado la última batalla, la de erigirse en una cronista gráfica que intenta expresar una sociedad de crisis.
Pero también se evidencia en su pintura la esperanza, la vida, lo vemos en ese pequeño espacio de verde, donde brota la naturaleza entre los basurales y el deshecho. Este indicador es la manifestación de ese lugar donde el hombre y la mujer respiran un aliento en la persecución de las nuevas utopías.
Discípula del gran maestro Añibal Carreño recientemente desaparecido, vemos en su obra esa autenticidad expresiva, es rigurosidad del lenguaje, y sobre todo, esa humanidad plena de dignidad a la que una heredad de conducta, de una ética en la elección del oficio, concuerda con los lineamientos perseguidos por esta pintora en todos los años.

Rosa Faccaro
Asociación Argentina e Internacional
de Críticos de Arte