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El trabajo de
Miguel Dávila

Es por demás conocida la obra de este artista riojano que se distingue por una figuración ligada al concepto "spilimbergueano" sobre la realidad argentina. Los tópicos encarados de las resoluciones visuales están unidos indiscutiblemente a un estilo inconfundible de construcción-desconstrucción, donde Miguel Dávila nos remite a una obra de gran dominio dibujístico.
La estructura prima en este lenguaje severo que sin imitar la visión de muestras anteriores, nos propone al hombre actual, como figura emblemática y autorreferencial del creador. La estructura compositiva de esta serie se abre a nuevas configuraciones espaciales, y éstas evidencian a un gran dibujante de ideas que se vale de una gráfica de estilo pictórico para narrar un hecho existencial. Es el hombre, frente a su mismidad, el que ahora se muestra en este nuevo espacio de un cubo abierto a la mirada del espectador.

Si hubo un artista que marcó un hito a la naturaleza de nuestro paisaje en toda la exaltación cromática, éste ha sido sin duda Dávila, pero siempre ajustando al paisaje una visión determinada por un código visual para verla en un orden determinado. No es lo mismo abrir una ventana al mundo natural, que enmarcar la pintura en un contexto urbano donde la ciudad encuadra artificialmente al hombre. Y es a este hombre de ciudad, el que se encierra en un ámbito habitacional cúbico el que reflexiona sobre la soledad, al que Dávila intenta mostrar en todas sus actitudes.
La escisión es la elección de que separa para verse a si mismo, en lo que se dio en llamar por David Cooper, la pequeña locura. Toda la serie que vemos en la galería Rubbers se refiere a ese especial hombre Herbert Marcuse de las primeras utopías en el período de la escuela de Frankfurt. Natalio Jorge Povarché lo presenta en el catálogo de la muestra como uno de los artistas que poetiza la imagen. Miguel Dávila nos muestra en esta exhibición otra faceta de cronista gráfico, con un estilo severo y cinematográfico. El artista alude al acto solitario de la creación.
Esta actitud lejos de todo dramatismo y cercana a una visión clásica y metafísica, está lejos de las concepciones exacerbadas que en un período, el de los sesenta, caracterizó a la Nueva Figuración, a la cual Dávila estuvo ligado por coetancidad y amistad con sus integrantes.
En la galería Rubbers de la calle Suipacha 1175, se expone esta obra como resultado de un reconocerse y afirmar una identidad. Hay una gran síntesis, un manejo sabio de valores luminosos que articula los grises que destierra todo claroscurismo, para mostrar del poder del plano y sus virtualidades.
La expresión del hombre y el espacio, destaca al ser que habita la imagen. Existe una metafísica que alude a un espacio diferente, a otra realidad que trasciende la imagen presentada.
Ni el maniquí de De Chirico, ni la tensión distorsionada de un Bacon. Ese hombre está quieto en el lugar que corresponde, su ubicuidad es serena y, alumbra la conciencia. Esta muestra alude más a ciertas preguntas que a esquivas respuestas.
La multivocidad de la obra abre otros interrogantes. Más allá de su placer estético visual, nos propone el artista una reflexión sobre el hombre en el contexto actual de las grandes ciudades.

Rosa Faccaro